Mi mirada se posa en lo único que se posa en estos tres días que se prolongaran a saber hasta saber cuando. Una mirada que se inclina, se aposenta sobre lo único que está debajo mía: el suelo. Hay que tener cuidado con las ideas que pasan por mi mente, idea que son más peligrosas que un virus que se va extendiendo poco a poco, implacable ante el tiempo. Idea que desconozco. ¿Paradójico, verdad? Días que transcurren deseando volver atrás, a los recuerdos o a la imaginación. Tranquilo. Esas dos caras tienen que seguir estando: por un lado, mi parte más sensible, más humana, más conocida por unos y no tanto conocida por otros; y por el otro lado, la que oculto, la que encierro, la que guardo bajo llave, encerrada por el miedo. ¿Puede que sea que ya estoy llegando al límite? ¿Al límite que se ha ido agrandando poco a poco? Puede ser y mi única solución es seguir agrandándolo, creyente en los limites infinitos, en mi paciencia, en mis fuerzas, en mi corazón, en mi.
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